Crónicas de trabajo en el ciber - locutorio

Crónica de como me aburro (y me divierto) día a día en mi nuevo trabajo.

03 abril 2006

Mi victoria patética

Estoy desde las 7 de la mañana acá sin:


1) Clientes
2) Libros
3) Música
4) Internet
5) Ganas de vivir

Me he dado cuenta que este lugar es realmente aburrido. Había pasado varios días sin Internet, pero nunca sin Internet ni música! Es totalmente deprimente, miro hacia fuera, buscando una liberación interna de algún u otro modo, y lo único que veo son dos perros enganchados. Y aunque no se crea, estuve un rato viéndolos, para ver como hacían para desengancharse... Y cuando lo hicieron los dos lloraron... y yo me reí.
Después pude ver el interesante trabajo del cuidador de la plaza. Va con una palita y junta todos los papelitos, chupetines a medio comer, desechos de perro, preservativos usados, y yo en lo más patético de mi alma lo miraba y lo envidiaba. Hubiera deseado haber cambiado de vidas con él por ese día...
La fotocopiadora anda medio mal, por lo tanto me estuvo dando problemas, pero tengo una noticia genial para todos los que están leyendo, y se lo dedico a mi club de fans; ¡¡Aprendí a cambiar el toner!! ¿Saben lo que significa esto? ¡Que aprendí a hacer lo que me quedaba por aprender a hacer! Lo más gracioso es que yo no tenía la menor idea de cómo hacer para cambiarlo, pero como unos clientes estaban esperando sus fotocopias, y me apareció en la pantallita “Cambie el toner para continuar”, no me quedó otra que cambiarlo haciéndome la experta; abrí la compuerta (¿se dice así?) apreté una cosita verde que había ahí, levante una palanquita muy bonita, empujé... no pasó nada, levanté... tampoco pasó nada, tiré... y se vino una cosita negra, que atrás tenía una cosita gris, y cuando la miré de cerca ¡resultó ser una botella de tóner! ¡Vacía! Disimulando mi alegría con una cara de “sé lo que estoy haciendo” miré a los clientes, quienes me miraban y respetaban desde debajo de mi altar místico “Miss tóner”. Saco una botella nueva, con mi cara de mina experimentada en el negocio de las fotocopias, miro disimuladamente las instrucciones y coloco la botella (con las instrucciones hacia arriba, para poder seguir viéndolas sin romper mi aura de “¿Otra vez está haciendo esto...?”, que reemplaza a la verídica “¿¿¿QUÉ ESTÁ HACIENDO?? ¿¿QUÉ ES ESTO?? ¿¿DÓNDE ESTOY?? ¿¿A DÓNDE ME LLEVAN??”). Cierro todo lo que hay que cerrar, y en la pantallita dice “Cambiando toner, espere por favor” y a mi alegría contenida por la suerte que tuve, la reprimí, liberando tan solo un “Bué, ahí vamo’ a andar”, mientras me limpio las manos llenas de toner con un trapito cual mecánico grasiento (empleada tonerosa). De repente la pantallita vuelve a decir “Cambie el toner porque se acabó, idiota, ¿creyó que lo hizo bien? Pues no” en realidad eso no decía, mi mente agregó ciertas partes y me es difícil recordar cuales. En ese momento supe que mi aventura no había terminado, vuelvo a hacer todo desde un principio y... ¡Lo logré! ¡Cambié el toner! Y me limpié las manos nuevamente que estaban completamente negras, en lugar de hacer lo que yo quería; danzar sobre la fotocopiadora con un collar de ajos mientras cantaba “¡¡te domino, te domino, te domino!!”. Al final se rompió, y ahora no anda... tal vez sea por mi baile... no creo.

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